No me agrada el silencio, para serte honesto: lo odio.
Me devuelve a una época muda de películas en blanco y negro;
me arrastra a las épocas oscuras, a mi mundo antes de ti.
No soporto que caminemos por la vida sin decir una palabra,
porque Incluso cuando estoy solo, mi mente nunca se calla
pero cuando estoy contigo siento la fría y muda soledad.
Te prometí el mundo y tú, que nunca me atraparía el silencio
pero las promesas se las lleva el viento ¿y qué más da?
Al menos la brisa caritativa me susurra cosas al pasar.
Con la muerte del último tripulante, se acabaron las raciones y a cada momento se ponían más inquietas.
El barco llevaba navegando ya varios días, pero había mantenido el curso y pronto llegaría a Génova; donde las ratas, sus pulgas y la muerte negra se abrirían paso por el mundo.
Cerrando el camafeo, Lucía sonrió a Miguel.
Sintió la aspereza de sus manos jugueteando con su rostro y cabello.
Habló con el corazón.
Le dijo cuanto lo amaba y deseaba estar siempre con él.
En una esquina del cuarto, su bisnieto los observaba sabiendo que nadie, nunca más lo haría.
Nunca terminó de comprender cómo debía comportarse en esas situaciones. Se agachó y la besó en los labios, estaba convencido de que el nivel de intimidad lo ameritaba. Se alejó del callejón con el puñal entre las ropas mientras la sangre aún caliente reptaba por el suelo como queriendo alcanzarlo.
Nunca pensé que pasaría esto.
Somos lo que somos y tú, mi querida musa, no eres más que una persona de carne y hueso. Grabada, eso sí, en mis recuerdos como un ser mágico y perfecto.
Ya no te conozco ni tu a mí, pero eres libre de mi nostalgia.